Dos hombres decididos a hacer saber al mundo que pueden volar Fecha: marzo 13, 2012Autor: Un testigo Categoria: Intervenciones en la Historia del Arte Navegador de artículos ← Robert Smithson contempla su propio reflejo Colorear una montaña → Y así… sin vida… Gerhard Shnobble revoloteó hacia la tierra. Pero no lloren por Schnobble… Mejor derramen una lágrima por toda la humanidad… Porque ni una sola persona entre toda la multitud que vio recoger su cuerpo… sabía o ni siquiera sospechaba que en su día Gerhard Shnobble había volado. Share this:CompartirFacebookTwitterMe gusta esto:Me gusta Cargando... Relacionado